El pelurinho, columna de castigo y barrio de Salvador

viernes, 29 de abril de 2011

Es el nombre que define a una columna de piedra donde eran torturados y expuestos los delincuentes, los pelurinhos, por lo general se colocaban en lugares públicos de las ciudades, como bien podían ser las plazas urbanas. En la época colonial de Brasil había columnas de piedra en casi todos sus estados, que servían como símbolos del gobierno y un lugar de castigo para los criminales y los esclavos rebeldes. Actualmente las únicas que quedan en pie, son las de Paranaguá en Paraná, que da origen a algunos de los cánticos famosos de capoeira, la de Alcántara en Maranhao, reconstruida en 1970, la de Mariana en Minas Gerais y la de Río Grande, que se encuentra en el centro histórico, en el mercado del pescado.
La columna de Salvador de Bahía da el nombre al barrio de Pelurinho, que se caracteriza por su bien preservada arquitectura colonial barroca portuguesa, lo que le permite formar parte del patrimonio histórico de la Unesco. El barrio fue fundado en 1549 por Tomé de Sousa, primer gobernador general de Brasil cuando Juan III de Portugal era el monarca reinante, escogió el lugar donde localizarlo por su ubicación estratégica. En lo alto de un cerro, cerca del puerto y la región comercial, con una barrera natural constituida por una elevación abrupta del terreno, se encuentra protegida por una muralla de 90 metros de altura por 15 metros de extensión facilitando la defensa de la ciudad.
El Pelurinho era un barrio eminentemente residencial, donde se concentraban las mejores casas, hasta principios del siglo XX. A partir de la década de 1960, sufrió un fuerte proceso de degradación, con la modernización de la ciudad y la transferencia de actividades económicas a otras regiones de la capital bahiana, la zona se transformó en un antro de prostitución y marginalidad. Con el reconocimiento del lugar como patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1980 y la revitalización del centro histórico en 1980 se expropiaron las viviendas por parte del estado, que restauró las fachadas y los edificios para convertir el Pelurinho en lo que es hoy, un importante polo cultural de la ciudad de Salvador y un foco de turismo.

La academia de capoeira de Angola del mestre Pastinha funcionaba en el inmueble número 19 del largo de Pelurinho, las rodas de capoeira eran en una sala que tenían en frente, donde hoy funciona el restaurante del Senac. Desde su academia, Pastinha vislumbraba a todos los bahianos, los mercaderes y sus amigos que lo saludaban cuando subían la ladera.

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