Corisco, el Diablo Rubio.

sábado, 2 de junio de 2012

Cristino Gómez Cleto da Silva más conocido como Corisco o Diablo Louro (Diablo Rubio), este último apodo se lo debe al color de su cabello y su crueldad. Nació en 1907 en la ciudad de Matinha de Água Branca, en el estado de Alagoas. En agosto de 1926, se unió a la banda de Lampião. El Diablo Louro se ganó el respeto de Lampião y se convirtió en uno de los miembros más influyentes de la banda.
Corisco secuestró Sergia Ribeiro da Silva (Dadá) cuando aún era una niña de trece años y se la llevó con él al monte. Con paso del tiempo, Corisco se volvió más amable, y el odio que Dadá sentía por él se transformó en un amor tan fuerte entre ambos que lo único que pudo romper el vínculo fue la muerte del Diablo Louro.
Corisco enseñó Dadá a leer, a escribir y hacer cálculos de matemáticas. Dadá fue admirada por su gran valor, y algunos de los líderes de la banda decían de ella; que valía más que muchos bandidos. 
Corisco tuvo siete hijos con Dadá, aunque sólo sobrevivieron tres.
El mando de Corisco:
De 1921 a 1934, Lampião dividió su banda en varios grupos de subordinados, dándole el mandato  de los diferentes grupos a Corisco, Brava Moita, Portugal, Moreno, Blaze, Baiano, Sereno José y Mariano. Lampião consideró siempre al grupo de Corisco el más importante de todos, uno de sus motivos era por ser el que más armamento le subvencionaba. Además de ser compañeros de banda, Lampião y Corisco también fueron grandes amigos, pero no todos pensaban igual que Lampião, pues muchos temían la crueldad de Corisco y entre algunos miembros se especulaba que este estaba esperando el momento oportuno para tomar el control de la banda general.
El legado de Lampião:
Lampião y sus compinches resistieron durante casi veinte años luchando contra el estado. Durante este tiempo, tuvieron que hacer frente a intensos tiroteos y emboscadas para escapar de la policía.
En la mañana del 28 de julio de 1938, los bandidos estaban durmiendo en un campamento cerca de la granja Angicos en el interior de Sergipe cuando repente, surgieron soldados portando ametralladoras y emboscaron a la banda causando una gran masacre. De los todos los miembros presentes, once fueron decapitados allí mismo, entre los cuales se encontraban Lampião y María Bonita. Algunos supervivientes como Corisco y Dadá consiguieron huir.
Corisco y Dadá escaparon a la finca Emendada, ubicada en Alagoas y más tarde volvió a reunir la banda con los supervivientes que quedaban. Pero la banda desconfiaba de él,  pensaban que le faltaba diplomacia, capacidad de mando y que era cruel.
El final de una etapa:
En mayo de 1940, Corisco disolvió casi en su totalidad los miembros que aun quedaban de la banda marchándose con la única compañía de Dadá, Río Branco y su esposa, juntos partieron hacia el sur de Bahía en busca de un refugio seguro. 
Dadá y Corisco 
El tribunal, que estaba al tanto de los hechos, aprovechó las diferencias que surgieron entre los miembros de la banda y les ofreció a mitigar el castigo a aquellos que se rindieron voluntariamente, para algunos esta medida les ofreció la oportunidad de llevar una vida libre y fuera del crimen, mientras que para otros, huír con Corisco era el final de una etapa y el principio de otra nueva.
Corisco comenzó una larga travesía por el desierto, donde para evitar ser reconocido, vestía como los vaqueros, se cortó el pelo que lo tenía largo y abandonó la ropa de los cangaceiros. Planeaba una vida nueva con todo el oro que habían reunido en los últimos años.
La muerte del Diablo Louro:
Finalmente el 5 de mayo de 1940, en la región de Brotas de Macaúbas, Bahía, le tendieron una emboscada a Corisco y los que todavía formaban parte de la pequeña banda. Esta vez Corisco no tendría la misma suerte que le acompaño en la otra emboscada y recibió un disparo en el estómago por una ráfaga de ametralladora, y pesar de estar gravemente herido, rindió cuentas con la muerte a las diez horas. En ese mismo conflicto, Dadá fue herida en la pierna y después de varias cirugías tuvieron que amputarle el pie derecho. En cuanto a la confrontación final, Dadá afirmó en el juicio que los policías llegaron decididos a matarlos, y que su compañero estaba en desventaja y no tuvo oportunidad de defenderse. 
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